Monday, March 2, 2009

A propósito de las amenazas


Por Geovani Galeas - Director de Centroamerica 21 / Escritor


Poner en riesgo la propia vida por la defensa de una causa justa no es algo extraño para una gran cantidad de salvadoreños que en el pasado reciente nos sumamos a la lucha revolucionaria. El nivel de los sacrificios exigidos en ese esfuerzo fue enorme, pero también fue enorme la cantidad de personas que los asumieron hasta las últimas consecuencias pese a todas las adversidades.

Geovani Galeas
redaccion@centroamerica21.com

Cuando la fortaleza de las convicciones personales permite sobreponerse al temor y encarar las amenazas, se va forjando al mismo tiempo un particular temple del espíritu que se resuelve en firmeza. "Sentir cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier lugar del mundo", fue uno de los lemas que se nos hizo carne y sangre.


Las ejecuciones perpetradas por las FPL en el frente paracentral en contra de combatientes y colaboradores fueron injustas, y es por ello que consideramos un deber denunciarlas, exigir la reivindicación de el honor y la dignidad de la víctimas y el resarcimiento de los daños causados a sus familias.


No ignoramos que al hacerlo nos colocamos en la mira de quienes han sido evidenciados como los responsables de aquella matanza. Tampoco ignoramos que, debido a la demostrada incapacidad de negar su culpa, se replegarían en la evasión y el silencio y ahí en la oscuridad maquinarían una venganza.


Cuando decidimos dar este paso algunos consideraron que se trataba de un acto de oportunismo político. Sin embargo, un hecho concreto niega esa interpretación: los denunciados gozaban de una amplísima ventaja en la competencia electoral y se perfilaban como seguros ganadores. Oportunismo hubiera sido que, ante esa certeza apuntalada por todas las encuestas, hubiéramos decidido callarnos.


Pero la cobardía no es una característica en las trayectorias vitales de los que hicimos posible el libro Informe de una matanza. Grandeza y miseria en una guerrilla. La cobardía es más bien asunto de quienes no se atreven a dar la cara y a asumir las consecuencias de sus decisiones y sus acciones.


El único escudo con el que contamos quienes participamos en la formulación de la denuncia, es la visibilidad alcanzada precisamente por el impacto de la misma. Una cosa es asesinar arteramente a un humilde y anónimo campesino, y otra muy distinta es atentar contra un testigo que valientemente ha respaldado su testimonio con su nombre y apellido.


Eso es lo que dice la lógica, pero la lógica no es necesariamente la que rige las mentalidades corroídas por el fanatismo y ancladas en las viejas prácticas violentas. En los últimos días la presión más o menos velada sobre algunos de nuestros testimoniantes, y sobre mi persona, ha aumentado. Pero estamos todos en comunicación y conocemos perfectamente la fuente de las amenazas.


Los individuos involucrados en esas oscuras conspiraciones ni siquiera han sido discretos, pues han manifestado sus intenciones incluso ante personas que no comparten sus métodos y que nos han puesto al tanto de la situación. Esto prueba que los criminales además de perversos pueden ser estúpidos.

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