Friday, January 16, 2009

Yo también quisiera votar


Escrito por Rafael Rodríguez Loucel - Rector Universidad Tecnologica de El Salvador
Algunas veces no he votado como una posición política que rechaza el sistema, y es que me he vuelto un ciudadano consciente, exigente y me resisto a aceptar que cada país tiene el gobernante que se merece. Pretendo ser responsable y por ello no puedo votar por el precepto que es un derecho y un deber haciéndolo en una forma irresponsable y a ciegas de la misma manera y por los mismos colores.

Esas indefiniciones surgen cuando no existen propuestas serias, factibles y objetivas que conformen un programa de gobierno apegado a las circunstancias. Los documentos que circulan son ofertas políticas en las cuales se vuelve a prometer la solución de los problemas sociales, económicos, culturales y ambientales, sin especificar fuentes de fondos, ni la manera de cómo contrarrestar los efectos de sucesos mundiales actuales de magnitud imprevista, que trascienden lo económico y se convierten en un deterioro integral de la humanidad, que le resta credibilidad a cualquier programa tradicional que no incluya formas novedosas de gobernar.

Ante esa escasez, se ha vuelto a usar la improvisación del mensaje verbal y la pinta y pega, que en nuestro medio y por razones de cultura o de un casi inexistente hábito de lectura les resulta más efectivo y redituable a nuestros “arrogantes y audaces” políticos que conocen perfectamente las características de una audiencia mayoritariamente popular o poco sofisticada, conformada por más electores que lectores y de voto inconscientemente irresponsable que se advierte cuando desean cambios sin saber lo que eso realmente significa; característica del electorado que le proporciona margen a los jurásicos políticos para practicar con sadismo el engaño y la falsedad con innovación y creatividad; cualidades que se desconocen en otros quehaceres para generar productividad.

Sin pecar de soberbio puedo afirmar que mis múltiples dudas son producto de una juventud acumulada en la cual he visto y he experimentado todo; gran parte de ella con pretensiones de ser un profesional destacado o cuando menos un tecnócrata dedicado y responsable; pero en el campo de la política partidista, solo un espectador del egoísta ejercicio de la política deseando siempre, desde mi trinchera, que el país se escape de un tercer mundo a pesar de sus ancestrales limitaciones que han obligado al continuo ingenio del salvadoreño, en un entorno de inequidad de riqueza, oportunidades y privilegios, y como corolario una ostensible desigualdad en la distribución del ingreso.

Después de un par de quinquenios que han transcurrido entre lo mal y lo peor a escala internacional y nacional, una política gubernamental de dudosa efectividad, una cultura de corrupción y violencia exacerbada, una crisis económica y social que exige no de un candidato más, sino más bien de un iluminado, mis dudas y mis demandas se acrecientan; y es que esta vez yo quisiera votar pero por quienes me generen credibilidad de que por primera vez van a hacer bien las cosas y con voluntad patriótica, en procura de un interés colectivo, desechando la idea de que cinco años pueden resultar pocos para su enriquecimiento personal, como la mayoría de los que se dedican al ejercicio de la política lo visualizan.

Quisiera votar por un gobierno que le apueste, de una vez por todas a la educación, consciente de que es una inversión que no genera votos inmediatos, como la infraestructura física, pero sí una maduración lenta, colectiva y redituable en términos de un desarrollo seguro a largo plazo. Quisiera votar por un gobierno de funcionarios necesarios, honestos y capaces de implementar una reforma fiscal que propicie la equidad tributaria y un gasto social amplio, que haga efectiva la función esencial de redistribución del ingreso de la política fiscal. ¡Yo también quisiera votar!

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