Thursday, January 15, 2009

Los medios de comunicación social y las elecciones en El Salvador


Por Renán Alcides Orellana, Escritor y Periodista salvadoreño- Columnista de Diario Co Latino y Raíces.

En El Salvador, quizás nunca como ahora ha sido tan evidente el rompimiento de algunos principios profesionales –veracidad e imparcialidad- por parte de los Medios de Comunicación Social. El actual proceso electoral salvadoreño hacia enero y marzo de 2009 ha descarnado, con toda intensidad, la vulnerabilidad ante el mercantilismo publicitario de los mal llamados grandes medios (Prensa, Radio y TV); y sobre todo, la incoherencia profesional al no sustentar en la práctica los principios teóricos que se ufanan en proclamar.

Específicamente, y esto hay que decirlo, los matutinos, algunas emisoras como YSKL y, en TV, TCS Noticias y otros, lamentablemente han perdido el grado de credibilidad del que gozaban antes, al dejar al descubierto su intencionalidad de favorecer al oficialismo, a costa de los principios.

Lo de “el periódico de El Salvador” o “noticias de verdad” o “el primer noticiero del país”… y otros tantos «slogans» son de tema discutible. En realidad, sería grato leerlos/escucharlos como tales, si hubiera apego a la coherencia.

Y si lo anterior es ya del dominio público, ¿cómo puede negarlo un periodista honesto a la hora de la verdad, si todo es tan evidente? La respuesta la dan los medios que despiden a los reporteros/fotoperiodistas que no se alinean y las páginas de opinión se convierten espacios cautivos, para columnistas cautivos que –con mínimas excepciones- tratan temas también cautivos; es decir, en consonancia con la línea editorial.

Lo grave de esto es que a mayor cobertura y penetración de los medios, mayor difusión/recepción de los mensajes negativos, especialmente en poblaciones pequeñas y en las áreas marginales y rurales. El adormecimiento y el temor infundados, mediante noticias y opiniones que saturan todos los medios y a toda hora, son lamentables. En la otra cara de la moneda, los medios considerados pequeños, no por su calidad sino por menor despliegue y cobertura, hacen esfuerzos titánicos contribuyendo al urgente y necesario contrapeso que demanda la sociedad.

El precio en ambos casos es, lógicamente, contrapuesto. Para los primeros, el beneficio reflejado en preferencias e incrementos tarifarios; y para los segundos, el “maleficio” de un estrangulamiento económico en el campo publicitario, oficial y privado, por el “mal servicio” de denuncia y la intencionalidad de cumplir con el compromiso de la verdad, como lo demanda y merece el mundo circundante: la sociedad. Obviamente, hay desnivel en el contrapeso y la carga informativa favorece a los primeros, pese a los sesgos evidentes para confundir o desinformar al lector, oyente o televidente.

¿Quién no ha sentido ira e impotencia ante contenidos editoriales, informativos y de opinión, de algunos matutinos, vulnerando impunemente la dignidad e inteligencia de los salvadoreños? ¿Y quién no siente lo mismo cuando –sin pertenecer necesariamente a un partido político- ve cómo se magnifican sin merecerlo las informaciones oficiales y del partido Arena mientras, a la inversa, se minimizan o matizan para encubrir sus –tantas- fallas? ¿Y quién no resiente con el mismo coraje, cuando ve/oye/lee que, también a la inversa, se magnifican las fallas y hasta con valor agregado, cuando la oposición –el FMLN- es protagonista de cualquier suceso y, caso contrario, se minimizan o simplemente no se mencionan sus buenas actividades?

¿Qué buen periodista puede pasar por alto el sesgo tendencioso en el titular de una noticia cuando, al leer detenidamente el contenido, este no corresponde al titular; y, a veces, es hasta distinto a lo que el buen reportero quiso informar? ¿A quién se pretende engañar cuando se ordenan y publican fotografías/imágenes de ángulos y gestos desfavorables a los candidatos de la izquierda, para desprestigiarlos? ¿Cuándo entenderán que los efectos son a la inversa?

Y, en publicidad, ¿quién ignora los enormes efectos económicos de campañas que, mediante anuncios/cuñas/spots, deshonrosos e insultantes, realizan organizaciones fantasmas como fuerza solidaria y otras “instituciones” también fantasmas, defensoras del sistema? Y sobre lo mismo ¿acaso no es evidente que los medios no sólo son hospederos de estos anuncios de campañas sucias, sino que de alguna manera, contribuyen a reforzarlas con informaciones o juicios paralelos? Ejemplos como estos proliferan; sería largo enumerarlos todos…

Pero, los medios no se auto elaboran. Hay desde su génesis propietarios, editores, reporteros, redactores/presentadores… a cuya responsabilidad están las diferentes áreas, bajo una línea editorial. De entre ellos surgen las acciones coherentes o incoherentes, según sus principios.

Con apreciables y respetables excepciones, quizás ya de sobra conocidas, ahí están los reporteros/fotoperiodistas que en impresos y radio perfilan sus acciones en franco apoyo al sistema; y, desde luego también, los presentadores de TV que vuelven inocultable la misma intención (cortar “hábilmente” las llamadas comprometedoras, describir los correos electrónicos con interpretaciones propias en vez de leerlos; o, sencillamente, ignorarlos). Lo evidente no es una verdad que necesita ser demostrada. El hecho está ahí. Pero, ingenuamente, se intenta ignorarlo o se considera ignorado por la población.

En aras de la libertad de expresión, nadie puede impedir a los medios y a los periodistas que hagan uso de ella y expongan lo que quieran o que crean conveniente, toda vez que no se dañe la moral y el orden público.

Pero, de eso a autonombrase los más imparciales, los más éticos, los más veraces o los primeros en cada género, hay una enorme distancia. Inaceptable distancia. Este es un somero panorama sobre el comportamiento de los medios en el actual proceso eleccionario salvadoreño, del cual se desprende una obligada pregunta: independientemente de los resultados y del partido y candidatos que ganen, ¿podrán algunos medios de Comunicación Social considerarse artífices de la imparcialidad y, por lo mismo, merecedores de toda credibilidad por parte de la población? La respuesta ha comenzado a darla, desde hace ratos, la misma población.

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