Friday, January 30, 2009

RELATOS DE GUERRA: La ofensiva de 1981


Por Alejandro Montenegro - Publicado en Centroamerica21.com


Este relato es un avance del libro que el ex comandante guerrillero, que fuera miembro del Estado Mayor del Ejército Revolucionario del Pueblo, está preparando para su próxima publicación en nuestro país. Es un valioso testimonio desde sus inicios en la lucha clandestina, su participación en varias de las más importantes operaciones ejecutadas por el ERP, y finalmente su captura, tortura y confinamiento.


En la casa que alquilan los dos compañeros a los que cariñosamente les decimos tíos, donde funciona uno de los talleres de explosivos del ERP, y que está ubicado en la periferia norte de Soyapango, me dirijo a uno de los dormitorios, consulto mi reloj y son las 4 y 10 de la tarde.


No me siento nervioso, más bien alegre de que al fin estamos por iniciar los combates. Sin perder más tiempo procedo a ponerme el uniforme que vamos a utilizar los combatientes del ERP: camisa beige manga larga y pantalón de lona azul. Me coloco un cinturón militar verde olivo a la cintura y acomodo en su funda una pistola calibre 9 mm marca browning, luego reviso dos cargadores del fusil M-16 y también los coloco a la cintura, otros dos cargadores los adapto con cinta adhesiva en sentido contrario e introduzco uno de ellos al arma. Me coloco en la cabeza una boina color café oscuro y me encamino a la puerta. Al llegar a la sala veo a Mariana, Clelia, Misael y Pichinte.


Vuelvo a consultar mi reloj, son las 4 y 46 de la tarde. Ya falta muy poco para iniciar los operativos militares en la capital. A las 5 en punto les digo a los compañeros: "Ya es la hora, salgamos a la calle a esperar a la fuerza con la que vamos a asegurar el terreno aquí". Todos se levantan de donde están y empezamos a salir con las armas en la mano. La gente que en ese momento está en la calle se sorprende al vernos. Algunos de ellos se van corriendo para sus casas y cierran rápidamente las puertas.


La ofensiva ha comenzado


No han transcurrido ni 3 minutos cuando veo que entran los compañeros que van a estar conmigo en esta parte del barrio. Doy órdenes inmediatamente y distribuyo a toda la gente en diferentes posiciones para asegurar la defensa, simultáneamente escucho ruido de bombas y disparos cerca de aquí. "La ofensiva ha comenzado". Le comento a Mariana, que se ha quedado al lado mío al frente de la casa de la organización. "Sí, empezó todo bien sincronizado", responde con mucha calma, observando todos los movimientos y sosteniendo una subametralladora UZI en su mano derecha.


Leoncio Pichinte empieza a arengar a la población y a invitar a que se unan a la insurrección armada que se ha iniciado en todo el territorio nacional por las fuerzas del FMLN. Empieza a oscurecer y para este momento las tropas del enemigo combaten en las calles con nuestras fuerzas en varios lugares de Soyapango. Pichinte no se cansa de arengar a la población e incluso ha ido visitando casa por casa con el grupo que pertenece a las Ligas Populares 28 de Febrero, nuestro frente de masas.


Sin embargo, es bien poca la población que nos está ayudando a hacer barricadas. La gran mayoría de la gente se ha quedado encerrada en sus casas. "¿Qué es lo que pasa que la población no se nos une?", le comento preocupado a Mariana. "No sé, esperábamos que la población nos apoyara", me responde también preocupada. "Pues sí, nos apoyan, pero no se integran a combatir al lado de nosotros, se han encerrado en sus casas", le insisto. "Ya te dije, no sé que pasa", dice ella suavemente.


A pesar de que la población no se nos ha unido masivamente, nosotros en esta parte de Soyapango mantenemos el control militar. Cerca de las 10 de la noche, Mariana me toca el hombro y me dice: "Mirá, llegó Mincho con su gente. "¿Que pasó?", le pregunto a Mincho de entrada. Los de la RN no atravesaron el tren como vos dijiste. El ejército penetró con sus camiones sin problemas y ya tienen control del bulevar del Ejército".


-¿O sea que nos han dividido la fuerza?
-Claro, el resto de combatientes han quedado al otro lado, incluyendo los que atacan a la Fuerza Aérea-, dice Mincho agitado.
-Está bien, con tu gente apoyá para asegurar el terreno aquí y en un rato veremos que hacemos, voy a evaluar la situación.


No hay insurrección


Me aíslo un poco, saco un cigarro de mi camisa, lo prendo y trato de analizar la situación. Las fuerzas de la RN o no pudieron atravesar el tren por causas que desconozco, o era mentira que podían hacerlo. El asunto es que tengo dividida la fuerza militar, lo cual limita mis posibilidades de maniobra y lo más importante es que la insurrección no se ha desarrollado. Estamos peleando ejército contra ejército y nosotros con muy poca ayuda de la población civil.


Llamo a Mariana, Clelia, y Misael y les digo:
-La situación militar no es buena para nosotros en las actuales circunstancias. El hecho político que no se haya desarrollado la incorporación masiva de la población es un asunto que cambia todas las perspectivas de esta maniobra. He decidido que solamente vamos a estar aquí un corto tiempo y luego nos retiramos al norte, buscando Tonacatepeque.


-Me parece bien-, dice Misael.


Dejo pasar como media hora y después ordeno a todos los mandos que den instrucciones a su gente para retirarnos. Reunimos a toda la fuerza y nos vamos retirando por grupos de manera ordenada hasta que nos convertimos en una inmensa fila de combatientes que camina un poco lento por la oscuridad que nos abraza. Pero pienso que la decisión de retirarnos la tomé en el momento justo porque no estamos siendo perseguidos por tropas del enemigo. Vito, uno de mis mandos medios, se me acerca y dice:


-Alejandro, ya llegamos a Tonacatepeque, en este punto tenemos que desviamos.
-¿Y cómo se ve el pueblo?-, le pregunto.
-Ese lugar está tranquilo, no se ve movilización de tropas ni de civiles-, responde.
Tomémonos este pueblo


Me quedo reflexionando unos segundos y pienso: ¿y si en vez de desviamos en silencio tomamos este pueblo?
-Vito, no nos vamos a desviar, vamos a tomarnos el pueblo. Vos encargate con tu fuerza de atacar el puesto de la guardia.


En pocos minutos empieza el ataque al puesto de la guardia y se escucha un combate bien nutrido y prolongado. "Puta, no pensé que los guardias iban a oponer tanta resistencia", le comento a Mariana. En ese momento se me acerca el compañero Fermán y me dice:
-Alejandro, tenemos que retirarnos porque los tanques del ejército nos vienen siguiendo.
Me paro en todo el medio de la calle para ver una pequeña colina por donde tendrían que aparecer los blindados.
-Yo no veo nada-, le digo.
-Puta, Alejandro, mirá bien, allá se ven, vienen bajando por la colina.


Me esfuerzo para ver mejor y no veo los tanques que dice Fermán. No existen esos carros de combate, este lo que tiene es un ataque de nervios, pienso en mis adentros. Ya no le hago caso, trato de ponerle cuidado al desarrollo de los combates en el pueblo. Al cabo de unos minutos me doy cuenta que viene acercándose Mariana con una cara que expresa preocupación. Dice al llegar:


-El puesto de la guardia no se pudo tomar y mataron a Vito.
-Vámonos de aquí-, le digo contrariado.


Bordeamos el pueblo sin complicaciones y seguimos caminando siempre con rumbo norte.
Me siento mal y muy molesto por la muerte de Vito. Recuerdo que antes de iniciar los preparativos de esta ofensiva lo teníamos como candidato para que asumiera la jefatura de operaciones de San Salvador.


La evacuación


Seguimos caminando y yo no dejo de pensar en qué hacer en este momento con toda esta fuerza militar que llevo conmigo, porque es obvio que en la capital no ha habido insurrección y del resto del país estoy desconectado, no tengo por lo tanto la menor idea de lo que está ocurriendo.


Tengo informes que en Guazapa la Resistencia Nacional tienen una pequeña fuerza militar, pero nosotros no contamos con nadie en ese lugar, y además no conocemos el camino para llegar hasta los campamentos.


Al llegar a una zona con bastante vegetación doy la orden de pararnos, llamo a Mariana, Clelia y Misael. Les hablo despacio y muy calmado:
-Pienso tomar la decisión de evacuar a toda la gente desde este punto que nos ofrece un buen camuflaje, porque la ofensiva en la capital no salió como esperábamos y ustedes bien saben que en este momento no tenemos comunicación con el resto del país.
-¿Y en Guazapa no se dice que hay fuerzas del FMLN?-, pregunta Misael.
-Sí, pero no conocemos el camino y pronto nos sorprenderá el día. Es mejor que nos disgreguemos aquí. De aquí está cerca Quezaltepeque y ahí está don Tito, que tiene una infraestructura con capacidad suficiente para guardar las armas, y además buena cobertura porque es una estación de gasolina. Vamos a proceder en ese sentido y voy a dejar a cargo de la evacuación a Mincho. Que vaya trasladando las armas hacia ahí y que la fuerza militar se traslade para San Salvador poco a poco, como gente común y corriente, en la medida que él vaya trasladando el armamento.


Mando a llamar a Mincho y le explico el plan de evacuación.
-Está bien Alejandro, yo empiezo a trabajar en eso y arreglo para que ustedes salgan primero para San Salvador-, responde con aplomo.


A pesar de las expectativas que la ofensiva final había despertado en todos nosotros, tomamos algunas precauciones y en nuestras mochilas tenemos ropa normal para confundirnos con la población y poder viajar a la capital con algún mínimo de seguridad.


Alejandro Montenegro fue uno de los responsables militares de San Salvador durante la ofensiva de 1981, en este relato cuenta las principales acciones, fracasos y la posterior evaluación de la jefatura. Esta es la parte final de la serie iniciada la semana pasada, y es además un avance de su libro de memorias de guerra próximo a publicarse. Este libro será un valioso testimonio del ex comandante Alejandro Montenegro desde sus inicios en la lucha clandestina, su participación en varias de las más importantes operaciones ejecutadas por el ERP, y finalmente su captura, tortura y confinamiento.


Hace como una hora y treinta minutos que nos cambiamos de vestimenta. En el momento que voy a chequear de nuevo la hora aparece Mincho, y dice:
-Váyanse ya, a la orilla de la carretera los va a recoger el Peche, y en unos minutos viene el otro compañero que va a trasladar a Misael y Clelia.


El Peche nos traslada hasta Santa Tecla y nos deja en la parte central de la ciudad. Caminamos con Mariana agarrados de la mano como una pareja de novios y poco a poco nos acercamos a la colonia Santa Mónica, al norte de la cancha de fútbol conocida popularmente como El Cafetalón.

Al fin llegamos a la casa de la organización y tocamos a la puerta. Por la ventana de la cocina se asoma. Manuel Durán y al vernos abre rápidamente, con una cara de sorpresa que no puede ocultar.


-¿Qué pasó?-, pregunta.
-Las cosas no salieron como pensábamos-, le responde Mariana.


Nos sentamos en la sala a monitorear los canales de televisión a ver si dicen algo, y después de un largo rato le digo a Mariana:
-Voy a prepararme para ir al contacto con Mincho. Manuel me va a llevar, ¿vos qué vas a hacer?
-Me voy con ustedes, tengo que buscar a Joaquín para saber sobre el resto del país y qué vamos a hacer.


Cutumay Camomes


Han trascurrido doce días desde la ofensiva y según la información que tenemos no hubo insurrección en ninguna parte del país. En Santa Ana se dio la toma del cuartel con la ayuda del capitán Mena Sandoval, pero después de unas horas se tuvieron que replegar con la compañía de soldados bajo su mando y nuestras fuerzas guerrilleras.


Se retiraron hacia el norte y en una zona llamada Cutumay Camones, al parecer por el cansancio los encargados de vigilar el perímetro se quedaron dormidos, momento que aprovechó el ejército para montarles un cerco del cual salieron vivos solamente los dos capitanes y un pelotón del ERP.
Ahí murieron Chemo y el negro Raúl, compañeros y amigos míos desde los comienzos de la guerrilla urbana en San Salvador. Es sin lugar a dudas es el mas duro golpe que le propinó el ejército a las fuerzas del ERP el día de la ofensiva.


A Clelia, Misael y a su compañera, miembros del Comité Regional del Centro y del Comité Central del Partido, los capturaron llegando a un local de la organización en la colonia Dolores, cerca del zoológico. Otro fuerte golpe.

La evaluación


Desde el 11 de enero el ejército recrudeció la represión en la capital y hemos perdido muchos mandos medios, así como también muchos compañeros combatientes, colaboradores, simpatizantes y militantes de los frentes de masas.


Han sido días muy difíciles. Sumado a eso, Joaquín Villalobos ha hecho muchas críticas a los que estábamos al frente de la ofensiva aquí en la capital. Eso me mantiene molesto porque considero que no se ha realizado un balance objetivo de la situación donde sean considerados todos los elementos que entraron en juego ese día.


Mariana se reunió con Joaquín.
-¿Qué tal todo?-, le pregunto.
-Mal. Joaquín sigue jodiendo con lo de la ofensiva.
-Pero si no hemos hecho un análisis serio de lo que pasó-, le digo-; aquí son muchas cosas las que hay que tomar en cuenta, por ejemplo: qué tenemos nosotros que ver en que las armas las hayan enviado casi en los días de la ofensiva; en el ataque a la Fuerza Aérea hubo varios quemados y golpeados porque no sabían usar los cañones, igual paso con los lanza cohetes chinos.


La participación en San Salvador de las otras organizaciones no fue como lo habíamos hablado en la última reunión de coordinación. Además el elemento más importante es político y es que no hubo incorporación insurreccional del pueblo. Por otro lado, ¿por qué Joaquín no me dice las mierdas a mí, que fui el responsable militar de la capital? Yo lo he visto dos veces esta semana y no me ha dicho nada de eso... ¿Cuándo se va Joaquín para Nicaragua?
-En cinco días-, me responde Mariana secamente.
-Arreglame una reunión, quiero hablar con él antes que se vaya.
-Para qué Alejandro, vas a empeorar todo. Concentrémonos mejor en el plan de traslado de los dos capitanes que tenemos escondidos en Santa Ana. Joaquín quiere verlos, organizar una conferencia de prensa clandestina y supervisar su traslado a Morazán antes de irse.


Reestructuración de la capital


Joaquín se fue para Nicaragua. Tuvo mucha suerte porque por un poquito lo jode el ejército hace unos días cuando tomaron por asalto el local del Comité Regional del Centro ubicado al frente del estadio Flor Blanca. Apenas unos cinco minutos que se había marchado de la casa, ahí capturaron a la compañera Pastora y a dos de sus hermanos, responsables todos ellos de darle cobertura al local.


Me siento feliz de que Joaquín se haya ido. Ahora Mariana y yo somos los únicos miembros del más alto nivel de dirección aquí en la capital y vamos a proceder a reestructurar el frente, cambiar las medidas de seguridad y definir una línea de operaciones para estabilizar la situación y soportar la contraofensiva del enemigo.

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