Un abuso forrado de mala fe

Por Lafitte Fernández Periodista y editor de Diario El Mundo

EL DIPUTADO Y TODOS LOS VIOLADORES DE LIBERTADES PÚBLICAS QUE SE
JUNTARON AHÍ ACTUARON DE MALA FE, CON ARBITRARIEDAD Y ATROPELLO

Pocas veces en mi vida he visto que se emparentaran tantas conductas ilegales y
arbitrarias para violar la Libertad de Expresión y cometer
una censura previa, como lo que sucedió el sábado pasado, con "La
Prensa Evangélica", un periódico que circula, legalmente, en el país, desde
hace más de cinco años.

Cuanto ocurrió huele a surrealismo y a mala leche: se juntó la policía municipal
de San Salvador, un diputado del FMLN, un delegado del tribunal electoral y hasta agentes de la Policía Nacional Civil para confiscar 1.300 ejemplares de un periódico, como si con eso detuvieran raterillos sin ningún
significado en una democracia.

Para acabar de arreglar la cosa pocas veces he visto a medios, y periodistas,
informando tan mal sobre un hecho, sin discernir que se apuñaló su profesión
y una libertad pública. Como si eso fuese poco, como no se trata de un medio congraciado con la izquierda, han pasado varios días y las organizaciones periodísticas están mudas. También los organismos de derechos humanos.

Los hechos se pueden resumir así: el sábado, dos salvadoreños, y un nicaragüense,
repartían ejemplares de "La Prensa Evangélica" (que no es un periódico clandestino), cerca del centro comercial San Luis. Una turba de efemelenistas detectó la repartición de periódico y, posiblemente, llamaron a su partido. Rápidamente llegaron agentes de la policía municipal de San Salvador, una delegada del tribunal electoral, y el diputado Sigfrido Reyes, flamante secretario de comunicaciones del FMLN y aspirante a no sé qué más.

Cómo en el periódico se incluía una historia crítica contra el FMLN, entonces se alegó que se trataba de propaganda ilegal y no sé cuántas otras tonterías más. La mala leche corrió por las aceras, y hasta se dijo que repartir un periódico
legalmente constituido era propaganda venida del exterior. Sobre todo porque dentro de los distribuidores se encontraba un nicaragüense, quien aparentemente estaba ilegal en el país.

No lo sé. Fue tanta la mala fe, la arbitrariedad y el atropello que entre el diputado, y todos los violadores de libertades públicas que se juntaron ahí, que
convencieron a los agentes PCN que confiscaran (esa es la palabra), los 1.300
ejemplares porque se trataba de publicaciones maliciosas.

Dos o tres veces en mi vida he leído ese periódico. A su director, Ruffo Vitto,
lo conocí hace tres días cuando me contó lo que sucedió. Pero, cuando un
periodista le preguntó a Sigfrido Reyes por qué participó en esa violación, respondió
que porque lo repartía un ex-tranjero ilegal y porque contenía artículos
periodísticos que podían ser difamatorios.

Esa justificación es la mayor confesión de censura previa que he escuchado en décadas y la mayor tontería jurídica.Para empezar, si el FMLN consideraba afrentoso algún artículo, pues debió tomar acciones legales posteriores.

Jamás, jamás, jamás, pedir la confiscación del periódico. Y si uno de los distribuidores era un nicaragüense que permanecía ilegal, pues los agentes
de la PCN debieron llevárselo detenido y ponerlo a la orden de Migración. No podían, ni debían, tocar, un solo ejemplar de ese periódico. La solución era tan sencilla como que se los entregasen a los otros dos salvadoreños evangélicos que participaban
en la distribución. Lo peor de todo fue la celada, y la trampa, en que cayeron
los agentes de la PNC y la delegada del tribunal electoral. Ni siquiera tuvieron
la modesta conducta de indagar que se trataba de un periódico que circula legalmente
y cuyo director tiene todo el derecho, y la libertad, de incluir las historias
periodísticas que se le antojen.

Esto es tan surrealistas y abusivo que si El Mundo tuviese un canillita hondureño
que esté aquí ilegal, entre un diputado, una funcionaria, agentes del CAM y la PNC podrían retirar todos los periódicos de este diario de la calle. Y lo peor es que hasta subdirectores de la PNC justifican la acción porque, como dicen, recibieron una denuncia.

¡Que Dios nos agarre confesados!