Friday, January 23, 2009

Un mal necesario

Por C. Marchelly Funes - Analista Politico y columnista de COlatino

La victoria de Norman Quijano en San Salvador, es una voz de alerta para la izquierda salvadoreña, independientemente de las actuales intenciones del alcalde electo y del resultado que arroje su gestión. Es muy significativo que llegue a la comuna capitalina un médico retirado, justo en el momento en el que la izquierda salvadoreña alcanza niveles de simpatía y respaldo ciudadano arriba de su principal contendiente la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista, ARENA.

Quijano consiguió con ofertas populistas lo que no pudo conseguir la Doctora Violeta Menjívar. El pueblo que rechaza las medidas neoliberales impulsadas por los gobiernos de ARENA, elevó a Quijano a una de las principales alcaldías del país con un triunfo discutible. Este hecho debe hacernos meditar, no tanto sobre la persona de Quijano elegido por un grupo de capitalinos que merecen respeto, sino sobre la crisis del modelo económico político que prevalece en nuestro país.

La crisis no es de la política, sino de los políticos y de un modelo sin propuestas reales, desarticulado de las necesidades de la población y consagrado, casi exclusivamente, a la búsqueda del poder, de prebendas y de cargos públicos. Las salvadoreñas y los salvadoreños han venido cansándose de esta situación, que generalmente desemboca en la corrupción e ineficiencia y en la insensibilidad ante los graves problemas sociales que afectan a la mayor parte de la población. La fotografía de país que habitualmente resulta de situaciones como la antes mencionada son una burocracia enriquecida en forma ilegítima y de una sociedad sumergida cada vez más en la miseria y desesperanza.

Una economía atrasada y un Estado premoderno, con leyes e instituciones que no responden a las necesidades y exigencias de las grandes mayorías.Por lo general a esta imagen de país se suma una sociedad civil débil, mal organizada y poco participativa, un poder sectorializado, ejercido, en no pocas ocasiones, fuera de los causes legales y una “clase política” notoriamente superada por los tiempos, desgastada y atrapada en estériles discusiones. La corrupción y el cierre de los espacios democráticos, son casi siempre la consecuencia de una situación como la antes descrita.

Para evitar eso, es imprescindible que la izquierda salvadoreña asuma una nueva visión estructural de la política. Esa nueva forma de ver y accionar en política requiere de una sociedad civil participativa, organizada en núcleos por sectores de actividad y por regiones, integrada mediante redes nacionales de coordinación, identificando objetivos concretos y estrategias apropiadas para alcanzarlos. Cuando hablo de sociedad civil me refiero a las organizaciones, sindicatos y asociaciones de profesionales, productivas, femeninas, juveniles, comunitarias, entre otras.

Los gobiernos locales y central, por ejemplo, no deben asumir el papel de empresarios, como tampoco deben renunciar a la participación directa y a la coordinación que les corresponde en materia de salud, educación, seguridad ciudadana, justicia y todo lo concerniente a la política social. El reto está en nuestras manos. Tenemos un desafío ético, humano y estratégico, más allá de coyunturas de corto plazo ––como el triunfalismo que vive ahora ARENA––. De nosotros, de todos y todas, depende la decisión: seguir sometidos al sistema político actual con sus secuelas de voracidades y desigualdades, o enrrumbar hacia el futuro como posibilidad abierta para la construcción de un El Salvador nuevo.

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