Por Juan Jose Dalton - Director de contrapunto.com.sv
Estábamos en Nicaragua, en una quinta a la que entrábamos y salíamos con los ojos cerrados. Era una quinta inmensa en los alrededores de Managua, en la que habíamos sido albergados los “becarios” que veníamos de Cuba, luego de haber pasado varios meses de entrenamiento militar de guerrilla o “guerra irregular”.
No puedo decir cuántos éramos, pero quizás más de 100 ó 120. La quinta era tan grande que salíamos a cazar garrobos y tacuazines. Eran los primeritos días del mes de diciembre de 1980.
Los que llegábamos a ese albergue sólo pasábamos unos pocos días porque teníamos que llegar rápidamente en los frentes en El Salvador ya que estaba en marcha la preparación de la Ofensiva de Enero de 1981, a la cual el recién fundado FMLN le puso el nombre de “Ofensiva Final”, cuando en realidad sería históricamente la ofensiva inicial, con la cual comenzó la guerra civil que terminó en 1992.
Una mañana, debió ser el 9 de diciembre, estábamos en formación, recibiendo instrucciones de quienes estaban al mando. Un compañero de mi pelotón, que tenía de seudónimo “Balbino”, levantó la mano y pidió permiso para hablar. Le otorgaron el permiso para dirigirse a las tropas y dijo algo así:
“Compañeros, quiero decir una cosa... Sé que para muchos las canciones en inglés, el rock y los grupos americanos o ingleses, son parte de la desviación ideológica que el imperialismo usa para someter a nuestro pueblo, pero quiero decirles que no todos artistas son imperialistas. John Lennon, cantante de los Beatles, era un artista revolucionario y luchó para que se terminara la guerra en Viet Nam... (hubo aplausos y ovaciones)”.
“Quiero contarles, compañeros que John Lennon fue asesinado ayer en las calles de Nueva York, y no me cabe duda que el imperialismo lo mandó a matar... El era un rebelde, un compa más...”, dijo “Balbino” con gran emoción.
Tragó en seco y dijo finalmente, levantando el brazo con el puño cerrado: “¡Compañero John Lennon!”... todos en la formación levantamos el puño izquierdo y gritamos: “¡Hasta la victoria siempre!”.
Alguien siguió el ritual a los caídos. Una guitarra comenzó asonar para acompañar el coro de todos los presentes, con la canción “La Milonga del fusilado”.
Estábamos en Nicaragua, en una quinta a la que entrábamos y salíamos con los ojos cerrados. Era una quinta inmensa en los alrededores de Managua, en la que habíamos sido albergados los “becarios” que veníamos de Cuba, luego de haber pasado varios meses de entrenamiento militar de guerrilla o “guerra irregular”.
No puedo decir cuántos éramos, pero quizás más de 100 ó 120. La quinta era tan grande que salíamos a cazar garrobos y tacuazines. Eran los primeritos días del mes de diciembre de 1980.
Los que llegábamos a ese albergue sólo pasábamos unos pocos días porque teníamos que llegar rápidamente en los frentes en El Salvador ya que estaba en marcha la preparación de la Ofensiva de Enero de 1981, a la cual el recién fundado FMLN le puso el nombre de “Ofensiva Final”, cuando en realidad sería históricamente la ofensiva inicial, con la cual comenzó la guerra civil que terminó en 1992.
Una mañana, debió ser el 9 de diciembre, estábamos en formación, recibiendo instrucciones de quienes estaban al mando. Un compañero de mi pelotón, que tenía de seudónimo “Balbino”, levantó la mano y pidió permiso para hablar. Le otorgaron el permiso para dirigirse a las tropas y dijo algo así:
“Compañeros, quiero decir una cosa... Sé que para muchos las canciones en inglés, el rock y los grupos americanos o ingleses, son parte de la desviación ideológica que el imperialismo usa para someter a nuestro pueblo, pero quiero decirles que no todos artistas son imperialistas. John Lennon, cantante de los Beatles, era un artista revolucionario y luchó para que se terminara la guerra en Viet Nam... (hubo aplausos y ovaciones)”.
“Quiero contarles, compañeros que John Lennon fue asesinado ayer en las calles de Nueva York, y no me cabe duda que el imperialismo lo mandó a matar... El era un rebelde, un compa más...”, dijo “Balbino” con gran emoción.
Tragó en seco y dijo finalmente, levantando el brazo con el puño cerrado: “¡Compañero John Lennon!”... todos en la formación levantamos el puño izquierdo y gritamos: “¡Hasta la victoria siempre!”.
Alguien siguió el ritual a los caídos. Una guitarra comenzó asonar para acompañar el coro de todos los presentes, con la canción “La Milonga del fusilado”.
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