Escrito por Geovani Galeas - Director Centroamerica 21/ Columnista de LA PRENSA GRÁFICA
En cuatro elecciones presidenciales consecutivas el electorado salvadoreño ha rechazado al FMLN, y ha confiado en ARENA. Pero ese mismo electorado ha castigado a ARENA y favorece al FMLN en las elecciones municipales y legislativas. La razón no es un misterio: el castigo en las elecciones intermedias tiene que ver con las insuficiencias o deficiencias de la democracia, en tanto que el rechazo en las presidenciales se funda en la negativa a la pretensión de liquidar el sistema democrático y sustituirlo con el modelo comunista.
En otras palabras: los salvadoreños saben que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia y no con la cancelación de la misma. ¿Pero es verdad que el FMLN se propone cancelar la democracia? Veamos: todos los sectores que dentro del FMLN evolucionaron hacia posiciones moderadas, fueron progresivamente expulsados. Al mismo tiempo, quienes tomaron el control del aparato partidario fueron los dirigentes históricos del Partido Comunista y de las FPL. Esas dos organizaciones abrazaron desde su origen los principios del marxismo-leninismo, una ideología cuyo declarado objetivo es la liquidación del sistema capitalista y la instauración de la dictadura del proletariado.
Sin embargo, conociendo la causa del rechazo del electorado, los dirigentes del FMLN tenían dos alternativas: o abandonaban expresamente su filiación marxista-leninista y efectuaban un viraje a la moderación política, o solo simulaban ese viraje mediante el ocultamiento y la ambigüedad en el discurso. Al optar por esto último lograron agenciarse algún respaldo de sectores y personalidades no identificadas con el radicalismo, pero quedaron atrapados en la tensión entre la simulación y la realidad, generándose con ello una contradicción creciente y cada vez más insostenible. Por un lado Mauricio Funes y sus amigos mirando hacia España, Brasil y Chile; por el otro, los antiguos comandantes y sus bases radicales mirando hacia Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Es precisamente esa situación ambigua la que aflora una y otra vez cuando, por ejemplo, mientras Mauricio Funes se afana por fotografiarse junto a líderes moderados como Rodríguez Zapatero, Lula y Bachelet, los comandantes efemelenistas toman un avión hacia La Habana, Caracas y Managua. La misma ambigüedad que se expresa cuando, hace un par de semanas, mientras Mauricio Funes aseguraba en un periódico que no está interesado en la construcción del socialismo, José Luis Merino, el hombre más poderoso en la cúpula roja, reafirmaba en LA PRENSA GRÁFICA que el FMLN no ha renunciado ni renunciará a ese objetivo.
El primero de septiembre de 2004, Schafik Hándal presentó una ponencia titulada “El FMLN y la vigencia del pensamiento revolucionario”, en el cual expresaba: “Para transformar El Salvador necesitamos un partido que siga fiel a la misión revolucionaria de cambiar este sistema”. En 2006 la Escuela de Formación Ideológica del FMLN, como un claro mensaje adelantado a Mauricio Funes y sus amigos socialdemócratas, publicó un documento titulado: “Un partido organizado bajo principios leninistas”, en el cual se lee lo siguiente:
“El partido concebido por Lenin no es un grupo que se forma en torno a un caudillo para proporcionarle el apoyo de masas que este necesita para la realización de sus ambiciones políticas (...) Es necesario que el FMLN asuma su ideología marxista-leninista y luche por mantener su unidad ideológica, no pueden coexistir en su seno dos o más ideologías dentro del mismo partido (...) El proletariado necesita tener su propio partido, un partido de su clase, a través del cual pueda enfrentarse a la clase opresora, y pueda de esa manera disputarle el poder con todos los medios posibles, hasta arrebatarle el poder total”. Este es el verdadero proyecto estratégico del FMLN. Lo que Mauricio Funes diga para negarlo es solo una hueca palabrería.
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