Por Renán Alcides Orellana - Escritor y columnista de COlatino
Independientemente de los resultados, las elecciones para diputados y alcaldes del pasado domingo 18 de enero, si bien evidenciaron señales de avance en materia electoral, en mayor grado resultaron un muestrario de fallas y desaguisados, tanto de carácter oficial como privado, que todavía persisten y que, por lo mismo, demandan ser superados previo a las elecciones presidenciales del 15 de marzo próximo. Pese a todo, fue ejemplar, en gran medida, la conducta de los electores, aunque las estadísticas evidencien significativo grado de abstencionismo. Pareciera que, de alguna manera, calaron hondo las imágenes negras y los mensajes subidos de tono y hasta espeluznantes, que como aberrante rémora todavía son parte de la agenda de algunos partidos políticos, funcionarios y organismos privados. Contra viento y marea; es decir, contra esas fallas desalentadoras, el espíritu salvadoreño estuvo siempre estoico e íntegro. Estoico e íntegro, por ejemplo, ante la actitud impasible e inoperante del Tribunal Supremo Electoral (TSE) sobre hechos y violaciones legales más que evidentes; pero, sobre todo, por las resoluciones tomadas según la figura de tres votos contra dos, cuando debiera ser, por transparencia y moral, de cuatro votos contra uno. Esto, con el agravante de que la población ya conoce que, por acciones fríamente calculadas, los tres votos pueden decidir sin análisis ni objeciones; o ante la problemática que genera el Documento Único de Identidad (DUI) por borrones y otras fallas; pero, especialmente, por algunas maneras de su uso indebido para favorecer a un partido político a la hora de las elecciones; o ante la ya inveterada costumbre de promover el tráfico de personas de países vecinos para aumentar, fraudulentamente, el caudal de votos del partido oficial; o ante la actitud unilateral de las autoridades cuando cuestionan la injerencia de extranjeros haciendo política a favor de determinados partidos (cuestionamiento que es correcto y acertado), pero que, por el contrario, no sólo permiten sino que avalan la intromisión de extranjeros que, abiertamente, hacen lo mismo a favor de ARENA (el ejemplo del venezolano Peña Esclusa no puede ser más ilustrativo); o ante la vieja práctica de parte de la empresa privada de obligar al voto a sus empleados, mediante charlas o cartas amenazadoras sobre el peligro de perder sus trabajos si no votan por el partido oficial; amenazas veladas que, sin duda, calaron (todo mundo tuvo acceso a las cartas/charlas de: RAF, Simán, Construmarket…); o ante los calificativos bajos e insultantes de algunos políticos/candidatos y medios de Comunicación Social, contra la dignidad de las personas, con ánimo de desprestigiarlas (el mejor ejemplo fueron los insultos o frases irónicas contra la Alcaldesa de San Salvador, Violeta Menjívar, tales como: “la reina de la basura” y otros). Y muchas fallas y desaguisados más que, por supuesto, la población honrada espera no tener que soportarlos más. En cuanto a los resultados, si bien el triunfo de Norman Quijano garantiza bonanza inmediata a los capitalinos, con el cumplimiento de tres o cuatro grandes promesas de su campaña: transporte, bóvedas, ciudad limpia y ventas ambulantes… lo cierto es que su partido ARENA, como los demás partidos, tendrá que reflexionar seriamente, hacia sus propios reacomodos. El FMLN pierde la alcaldía de San Salvador, y analizará las razones; pero, para su beneficio, ratifica su superioridad en nueva cifra de diputados, la conservación de los municipios del Gran San Salvador y el rescate de varias cabeceras departamentales. ARENA recobra la capital, pero sigue a la baja en algunos municipios y cabeceras importantes y, sobre todo, en cuanto al número de diputados. La correlación de fuerzas en la Asamblea Legislativa es una condición importante y necesaria de tomar en cuenta. El PDC sin duda ha bajado su posición a pesar del impulso migueleño y pierde sus aspiraciones de ser la tercera fuerza política. Mal mensaje del electorado. El PCN si bien se perfila hacia el mantenimiento de posiciones con valiosos escaños legislativos, a futuro considerará si algunos de sus gastados miembros tendrán que ahuecar. El CD, con escasa presencia especialmente en el sector central, analizará sobrados motivos para seguir impulsando sus acciones hacia la sobrevivencia. Y el FDR hacia el sitio cero, por su clara ambición sin límites y sus poses de falso redentorista, ratificando así el tradicional fracaso de los partidos políticos disidentes de la mayor fuerza de izquierda. Sólo queda otorgarle el beneficio de la duda y alguna leve esperanza. Con este panorama, las expectativas hacia las elecciones presidenciales del 15 de marzo crecen.Los partidos deberán hacer acopio de reflexiones y replanteamientos profundos, seguros de que nada está escrito sino hasta llegado el día de las elecciones. Ha sido una primera jornada. A partir de marzo, los salvadoreños habrán definido su propio destino.
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