Por Federico Hernández Aguilar - Escritor Salvadoreno
La victoria de Norman Quijano este domingo no tiene discusión. El recién electo Alcalde de San Salvador demostró, a propios y extraños, que con valiente entrega, decisiones inteligentes y un verdadero liderazgo se puede desafiar, no sólo a una abrumadora avalancha de encuestas, sino al ambiente de triunfalismo más denso que ha tenido a su favor la oposición en décadas.
Desde el principio de su carrera por la silla edilicia, Norman tuvo que enfrentarse a una descorazonadora cantidad de obstáculos. Primero se afanó en remontar la escasa confianza que muchos personeros, al interior de ARENA, tenían en su capacidad de lograr el éxito. Luego se puso a trabajar con ahínco en una soledad casi absoluta. Su partido estaba inmerso en un proceso de reacomodo de entrañas, y no todos los que debían apoyarle se sentían obligados a hacerlo.
Más adelante, mientras luchaba por convencer a potenciales donantes que sus apuestas tenían sentido, acometió el reto mayúsculo de meterse en las comunidades más pobres de la ciudad para convencer, cara a cara, a sus electores. Norman tuvo la sabiduría de entender que quien quiere ser Alcalde debe echar mano de dos herramientas imprescindibles: pie derecho y pie izquierdo, porque sólo poniendo uno delante del otro --¡caminando hasta el agotamiento!-- se puede llegar al corazón de quienes demandan esperanza.
Al hacerse acompañar de un equipo de mujeres y hombres honestos, tomando "prestadas" sus cualidades y competencias, el futuro Alcalde puso a funcionar ese concepto de inclusión que muchos políticos tienen sólo en la boca y no en los actos. Con el paso de los días, aunque escuchaba a todo el mundo, era únicamente Norman quien tomaba las decisiones, porque los liderazgos efectivos son los que desarrollan un criterio y lo hacen respetar, con personalidad y carácter, sin importar a quién se contraríe o qué intereses se afecten.
Mucho se ha comentado que la campaña del Dr. Quijano fue brillante. Esa percepción, a mi juicio, es correcta. Pero nos equivocaríamos mucho en ARENA si interpretáramos que el triunfo de Norman Quijano es también el triunfo de nuestro partido. Eso no es verdad. El único gran ganador de la jornada del 18 de enero se llama Norman Quijano, y ha sido gracias a él, en premio a su tesón y convicción, que miles de capitalinos marcaron sobre la bandera de ARENA.
La más importante lección política que dio el Alcalde electo tuvo lugar en la sede partidaria, la noche misma de su victoria. Aunque tenía argumentos de sobra para hacerlo, tuvo la nobleza de no destrozar la credibilidad de las casas encuestadoras que jamás le dieron la ventaja. Por el contrario, saludó a sus adversarios y mostró una serenidad ejemplar, distante (dicho sea de paso) de la excesiva euforia que dominó al propio candidato presidencial, Rodrigo Ávila.
Norman Quijano, como triunfador, hizo lo correcto: dio cuerpo a la actitud que muchos votantes esperamos ver en nuestros dirigentes políticos, es decir, la de mostrarse humildes y sobrios en todo momento. Fue dando ejemplo de esa modestia que el Alcalde electo hizo el mejor contraste con el FMLN, cuyas autoridades fueron incapaces, tras varias horas en completo mutismo, de felicitar a su rival.
El lector avezado se dará cuenta que todas las cualidades que he descrito en este espacio cabe adjudicárselas al doctor Norman Quijano, como persona y como líder. Pero, ¿qué podemos decir de los errores cometidos por el FMLN y su Alcaldesa?
En efecto, ningún candidato gana por su solo empeño; también hay que contar con la cuota de desaciertos del oponente. Y en eso, tanto el Frente como Violeta Menjívar fueron muy generosos con el Dr. Quijano, quien a su vez fue muy hábil para aprovechar los flancos abiertos.
La no asistencia de doña Violeta a los últimos debates televisivos fue sólo la cereza de la tarta. Lo cierto es que ya venía cargando con el fardo de una gestión llena de promesas incumplidas, amén de haber elegido un concejo municipal que presentaba, como su principal fortaleza, algo tan poco digerible como la controversial "equidad de género".
Pero haría mal el FMLN si endilgara todas las culpas a su candidata, que es una persona de agradable trato a pesar de sus defectos como funcionaria. No. El Frente perdió San Salvador por una combinación de factores, entre los que sobresalen la soberbia de Mauricio Funes, los sarcasmos de Sigfrido Reyes, las aparentes torpezas verbales de José Luis Merino y las "credenciales" revolucionarias de Salvador Sánchez Cerén, que sigue siendo el candidato vicepresidencial más estratégicamente escondido de la historia política salvadoreña.
En resumen, Rodrigo Ávila y sus asesores tienen bastante que aprender de la campaña de Norman Quijano. A Mauricio Funes y compañía, por su parte, no les haría ningún daño comprender que en política se gana hasta que se gana.
Wednesday, January 21, 2009
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