Los equivocados

Escrito por Henry Campos/ Columnista de LA PRENSA GRÁFICA

Conocidos los resultados parciales de las elecciones del domingo pasado, y particularmente de la elección de la Alcaldía de San Salvador, algunos arremetieron contra las encuestas expresando que se equivocaron o que con ello se demuestra su manipulación.

Tales afirmaciones al igual que sostener que una encuesta predice la realidad y anunciar victoria con ellas es parte del folclore partidario; pero no es una conducta seria.

La calidad de una encuesta se basa en su independencia, sus instrumentos y metodología correctos; por lo que para afirmar alteración o equivocación debería examinarse la elaboración de los cuestionarios, representación de las muestras, trabajo de campo y la interpretación de las respuestas obtenidas.

La encuesta científica se basa en estudios sobre segmentos de la población. Una encuesta recoge información u opiniones de una muestra de la población en un momento determinado. En nuestro país las publicaciones de los resultados de una encuesta no coinciden con el momento en que se realizan las elecciones. Según la legislación electoral quince días antes de la fecha de las elecciones y hasta que se declaren firmes los resultados de estas, no se permite publicar los resultados de encuestas. Las encuestas que conocemos fueron realizadas en diciembre del año pasado y publicadas ese mes y en los primeros días de enero del presente año. En este momento incluso no podemos saber si las afirmaciones recogidas en las encuestas que se realizaron el día de las elecciones corresponden a los resultados, porque su publicación se hará hasta después de la declaración firme del TSE.

Por otro lado esas encuestas recogen declaraciones antes de las elecciones, sin considerar realidades del proceso electoral. No predicen con certeza conductas finales de los electores ni toman en cuenta la calidad o las condiciones del sistema y del proceso electoral. Las mismas encuestas revelaban que un porcentaje de los entrevistados afirmó que su decisión la podían cambiar.

El descubrimiento de fallas técnicas de las encuestas no es un asunto tan simple, como comparar resultados con estas. Pueden haber encuestas que por “casualidad” aciertan y están llenas de fallas técnicas. Se pueden hacer mal las encuestas y acertar.

La encuesta es un estudio representativo y no una recolección de datos o hechos de toda la población, como lo es el censo. Con lo cual es serio decir a los que practican un censo que se equivocaron si no coincide con la realidad. Igualmente es responsable afirmar que un padrón no está bien hecho si no coincide con la realidad. Como en nuestro país esa realidad se desconoce a ciencia cierta, pues hay tres versiones: la del padrón electoral, la del censo y la de los pobladores de pequeñas ciudades cuyos habitantes se conocen, podemos decir que el censo y el padrón son sospechosos o que uno es falso.

Es natural que los encuestadores no acierten. Hace muy poco en las primarias de New Hampshire, las encuestas dieron ganador al ahora presidente Barack Obama y sin embargo el día de las votaciones en ese lugar por la nominación demócrata ganó Hillary Clinton. En 1992, Major, que partía como candidato perdedor en los sondeos, acabó ganando al líder laborista británico. En 1948 el Daily Tribune basándose en encuestas representativas de urnas anunció en portada el triunfo de otro candidato, cuando Truman terminó ganando la presidencia de Estados Unidos.

Las encuestas son producto de una actividad científica y no un oráculo o la bola de cristal de una bruja.

Lo que es anormal es que los censores del Estado y el Tribunal Supremo Electoral no acierten con el censo y el padrón electoral. Son ellos los equivocados.