Escrito por Óscar Picardo Joao - Director académico y de investigaciones (Universidad Francisco Gavidia, El Salvador)
Los procedimientos de investigación utilizando encuestas establecen ciertas reglas estadísticas y sistemáticas para medir científicamente lo que las personas “opinan” (León-Montero, 1996). Pero la opinión no es conocimiento –episteme– ni dogma, es “doxa”; según Platón, un tipo de conocimiento fenoménico, no preciso y posiblemente engañoso o laxo –entre la “eikasia”, la “pistis”, imaginación o creencia–. Dicho de otro modo, la opinión no es una manifestación de tipo matemático, hoy puedo opinar una cosa y mañana otra antagónica sobre el mismo hecho.
En términos políticos, los resultados de encuestas miden tendencias a partir de una muestra representativa que se infiere al universo, en un momento determinado (si las elecciones fueran hoy, y no en 15 días...). Estas tendencias están compuestas por opiniones diversas, algunas más sólidas que otras, y aquellas que no develan la opinión (indecisos o no contesta); y precisamente, las campañas políticas están diseñadas para modificar la opinión de los ciudadanos.
En términos políticos, los resultados de encuestas miden tendencias a partir de una muestra representativa que se infiere al universo, en un momento determinado (si las elecciones fueran hoy, y no en 15 días...). Estas tendencias están compuestas por opiniones diversas, algunas más sólidas que otras, y aquellas que no develan la opinión (indecisos o no contesta); y precisamente, las campañas políticas están diseñadas para modificar la opinión de los ciudadanos.
¿Se equivocaron los resultados de las encuestas frente a los resultados electorales de las recientes elecciones? Posiblemente no, sino que se modificaron las opiniones frente a diversos sucesos, entre ellos: la agresividad y las propuestas de la campaña del candidato de ARENA; la débil situación de la candidata del FMLN, que había ganado las elecciones pasadas por un reducido margen de votos; el impacto cruzado de los mensajes y las imágenes de miedo; las manifestaciones de liderazgo de los candidatos y la creatividad de sus propuestas; entre otros factores.
Las encuestas y sus resultados son una herramienta, un medio y no un fin; su lectura y hermenéutica debe llevarse a cabo con prudencia, evitando fanatismos y triunfalismos; todo ello sin despreciarlas y sin tratarlas como parte del aparato opositor en caso que no me favorezcan.
Las encuestadoras –suponiendo que las técnicas y cuotas de muestreo son estadísticamente correctas– deben reconocer la importancia de supervisar mejor el trabajo de campo, lo que va desde el perfil del encuestador, su “rapport” con el encuestado (dependiendo del método), los propios sesgos del entrevistador (Hansen y Bailar, 1992) y el cumplimiento de las rutas polietápicas.
Un último factor a destacar, propio de la naturaleza humana, es la contradicción entre lo que decimos y lo que hacemos; Latané y Darley (1970) demostraron experimentalmente que en ocasiones los humanos nos comportamos de forma distinta a como opinamos sinceramente (la tesis fue que la gente ayuda más cuando hay testigos). Al respecto, muchos periodistas y analistas en las elecciones entre McCain y Obama recordaron el “efecto o factor Bradley” de la campaña por el gobierno de California en 1982, en donde Tom Bradley a pesar de ir arriba en las encuestas perdió –posiblemente– por aspectos raciales.
Considerando lo anterior, sería poco prudente dudar de la reputación de nuestras casas encuestadoras, particularmente de las académicas –IUDOP, CIOPS y COP–, y menos prudente aún opinar públicamente de ellas con desdén y desde la perspectiva ideológica.
Las autoridades universitarias de donde proceden las principales encuestas se han caracterizado por ser personas sensatas y académicamente serias; asimismo, las jefaturas que manejan las unidades o los centros de opinión también merecen todo el respeto por la seriedad y reputación de su trabajo científico.
Los políticos tienen que aprender a leer con cuidado las encuestas y a utilizar sus resultados con mayor prudencia, evitando en todo momento hacer de las encuestas parte de la campaña electoral. Las encuestas en todo caso son, por un lado, un medio de información más para el ciudadano y, por otro lado, una verdadera herramienta de medición que puede orientar el trabajo político y el rumbo de las campañas para mejorar, cambiar, intensificar en función de las necesidades y la percepción de los ciudadanos.
1 comment:
estos andan salvando su chucho a tiempo porque quieren salir de inocentes que no tienen la culpa de mentirle al pueblo manociando encuestas
j
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