Por Federico Hernández Aguilar - Escritor y Analista Politico
Cuando hace un par de semanas le escribí, en las páginas editoriales de este periódico, una primera "carta abierta", me atreví también a tutearlo. Usted era entonces candidato presidencial del FMLN y yo un columnista genuinamente preocupado por las incoherencias que había visto a lo largo de su campaña electoral. Ahora que se ha convertido, legítimamente, en Presidente electo de El Salvador, me siento obligado como ciudadano a guardarle el debido respeto que merece su nueva investidura. Permítame demostrarle este respeto tratándole, para empezar, de usted.
Felicidades, señor Presidente electo. Ninguno de los que criticamos públicamente sus errores durante la campaña podemos negar ahora su incontrovertible triunfo electoral. La democracia salvadoreña ha ganado: la voluntad de los electores ha sido respetada y la alternancia partidaria en el Poder Ejecutivo está a punto de producirse. Bien por El Salvador. Bien por usted, que ha sido uno de los principales artífices de este proceso.
Me alegra y enorgullece la actitud del candidato perdedor, Rodrigo Ávila, la misma noche en que usted proclamó su victoria. A esas horas, aunque tragando gordo, hubo un rasgo de nobleza que no le habrá pasado inadvertido: además de reconocer la derrota y llamar a ser una oposición "constructiva y vigilante", su contrincante tuvo palabras de respaldo a su futura gestión. Le deseó, entre otras cosas, la sabiduría de Dios, que es lo máximo que se puede pedir para un gobernante. Espero, de hecho, que usted también esté pidiendo ese don, que sólo puede venir de lo alto.
Durante la contienda electoral se dijo hasta la saciedad que ARENA no estaba preparada para la alternancia en el poder. Incluso llegó a insinuarse, rozando la irresponsabilidad, que la posibilidad de un fraude era latente, a pesar de la presencia de tantos observadores extranjeros y del monitoreo constante de la OEA.
Por fortuna, las declaraciones de las autoridades gubernamentales y partidarias, la noche del 15 de marzo, desmintieron los rumores. Eso permite que los salvadoreños sigamos viendo en ARENA una opción política seria, madura y democrática, muy distante de la que quisieron pintarnos ciertos personajes del FMLN.
Al mismo tiempo, señor Presidente electo, me parece oportuno aprovechar este espacio para decirle que me cuento entre los ciudadanos que, sin haber votado por usted, fuimos gratamente sorprendidos por su discurso de triunfo la noche del domingo.
Me gustó sobremanera que nos hablara de "reconciliación", "unidad nacional", "tolerancia" y "respeto a las diferencias". Fue la suya una emocionada invitación a unir esfuerzos en torno al país, haciendo a un lado "la confrontación y el revanchismo". Esas palabras, creo, fueron portadoras de alivio y entusiasmo a partes iguales.
Su moderación me sorprendió, lo admito, porque contrastó con el talante irreflexivo y hasta autoritario que le vi desplegar durante su larga candidatura presidencial. Pocas veces recibí de usted indicios que me hicieran pensar que su carácter, inclinado a la imposición, iba a modificarse. Ahora quiero creer que yo estaba equivocado y que su personalidad, ya relajada por el triunfo, sí incluye las virtudes de la humildad y la prudencia.
Déjeme decirle, por el bien de mi patria, que también deseo haberme equivocado en otros aspectos, quizá más decisivos. Por ejemplo, espero sinceramente haber estado en las antípodas de la profecía cuando publiqué los temores que me causaba la figura de su compañero de fórmula, ahora vicepresidente electo. Sobre él escribí y dije cosas que seguramente le molestaron, pero que creí conveniente compartir con los salvadoreños porque me parecen reales y dignas de atención.
Recuerde, señor Presidente electo, que los votantes que inclinaron la balanza a su favor también albergan fundadas inquietudes sobre el FMLN y sus liderazgos históricos. El que este segmento de electores haya marcado la bandera del Frente no los convierte por acto de magia en sus furibundos partidarios, ni siquiera en sus simpatizantes. De hecho, a juzgar por el talante que fue tomando su campaña --en la que fuimos invitados, por cierto, a creer en un "cambio con estabilidad--, usted puede perfectamente apropiarse la victoria como nuevo líder de un partido al que los salvadoreños esperan ver cada vez más alejado de sus radicalismos pasados.
Me atrevería a asegurarle que conforman una minoría los votantes que le eligieron a usted para encabezar un cambio de sistema. Los resultados del domingo confirman que la masa de votantes salvadoreños se encuentra fraccionada prácticamente a la mitad, y que liderar el país en estas circunstancias debería conducirle a establecer un estilo de gobierno realista, comedido, bien estructurado y abierto al diálogo.
No es fácil gobernar, señor Presidente electo. No es nada fácil. Las expectativas sobre los hombros de los mandatarios siempre son muchas y es imposible conciliarlas todas. Pero el beneficio de la duda, por ahora, está de su lado, gracias a las palabras que le escuchamos el domingo. Hágalas valer.
2 comments:
muy buena carta don federico
alex
Creo que soy de los que piensan igual, gano el pueblo, gano la democracia, aunque antes se hayan dicho tantas cosas ahora hay que aceptar que el Sr Funes sera nuestro presidente, que Dios lo ayude.
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