Por Raúl Lara Menéndez
Vivimos tiempos difíciles y toda una nación, toda una sociedad, un sistema y unos valores familiares y morales, se juegan su futuro a una carta, a una papeleta, a una cruz.
Nunca han estado tan amenazadas la libertad, la democracia y el progreso de nuestro país. ¿Con qué responsabilidad asumiremos este deber? ¿Con qué criterios enfrentaremos esta decisión? ¿Cómo responderemos a nuestros hijos si nos equivocamos? No son cosas insignificantes. Nos jugamos todo: libertad, progreso, paz social, educación libre de nuestros hijos, estabilidad de los empleos, oportunidades de trabajo, derecho a la propiedad privada, a preservar nuestros valores morales y principios religiosos.
La gran pregunta es: ¿Quién me ofrece a mí y a mi familia las mejores ventajas y oportunidades de progresar, de mantener mi empleo y mejorar mis condiciones de trabajo, de elegir libremente la educación de mis hijos, en un ambiente de libertad, democracia, progreso y paz social?
Las políticas estatizantes y el control de los medios de producción de un gobierno socialista-comunista que traería el FMLN, son malas noticias para el bolsillo de los salvadoreños, para la conservación de sus empleos, para la inversión y el desarrollo, para el turismo, para las políticas migratorias y para las remesas. Esto es así, no hay vuelta de hoja.
¿Qué puede esperarse del FMLN, un partido que ha violado sistemáticamente los derechos de sus propios correligionarios imponiendo la voluntad de unos pocos y silenciando y expulsando a los que no se someten?
¿Desde cuándo la ignorancia, el desprecio y el error, alimentados por el odio y la mentira son ejemplo, modelo y esperanza de nada? No se puede construir una sociedad más humana, más justa, más próspera y libre, poniendo como cimientos el odio, la venganza, el fanatismo y la lucha de clases.
El Frente tiene una vergonzosa falsa moral de conveniencia con la que tratan de encubrir todas sus mentiras y engaños. Han bloqueado todo plan de gobierno para el bien público tan pronto como ha sido propuesto, negándole a la población beneficios y oportunidades.
Sería fatal llevar a hombres oscuros e incapaces a los más altos cargos de gobierno "para probar el cambio", que no sería más que el caos, el desastre y la destrucción que ocasionaría un desgobierno marxista-populista. El candidato Funes sólo es una fachada, un retoque cosmético con el cual disimulan la verdadera marea voraz e insaciable del farabundismo-chavismo. Mauricio Funes pretende pasar por un social-demócrata reformista, pero no es más que la pantalla de un partido marxista irreformable.
Que no se ponga en duda, tratarán por todos los medios de engañar y utilizar al pueblo, para luego deshumanizarlo y someterlo. Si antes metía miedo el comunista Schafik, que no tenía las manos manchadas de sangre, ahora el peligro y el horror se han multiplicado con un Sánchez Cerén, comandante guerrillero, comunista recalcitrante, lleno de odios viejos y vengativos, apoyado por los gobiernos totalitarios de Chavez, Morales y Ortega y por el régimen oprobioso de los hermanos Castro. Estas figuras tenebrosas, salidas de un pasado violento que no debemos olvidar, distorsionan y chocan con las aspiraciones y necesidades de los tiempos actuales y bloquean con su mentalidad radical, toda posibilidad de avanzar en la senda del progreso.
Hoy como ayer estamos en la obligación de recordar el pasado, pues el que lo ignore está condenado a repetirlo. Libertad que encadena, progreso que empobrece, cambio que retrocede… son lo que ofrece el socialismo-comunismo que impondría el FMLN. El Frente nunca va a ser la solución de nuestros problemas… el Frente es el problema.
Para un gobernante, lo más importante es el liderazgo moral y guiar con el ejemplo, el compromiso auténtico y el entusiasmo por servir a su país y a sus compatriotas, no a su propio ego, ni a un partido político sin vocación de servicio. En este punto, no hay comparación posible entre el ingeniero Avila e ingeniero Zablah y la dupla inexperta y divergente de los señores Funes-Sánchez Cerén.
El ingeniero Avila ha venido a darnos a todos, una razón para creer: a los jóvenes, a las mujeres, a la gente del campo, a los comerciantes, a los profesionales y a toda esa gran clase media que espera y quiere volver a creer en nuestros genuinos valores y en lideres honrados y capaces.
La mayoría de decisiones individuales en momentos difíciles, se toman con más apasionamiento que reflexión. Ahora…¡No! … Nos jugamos el futuro de la patria. Debemos abrir nuestras mentes, porque las mentes son como los paracaídas, sólo funcionan cuando están abiertas.
No podemos quedarnos sin reaccionar ante la amenaza real de un giro violento hacia la izquierda radical e intransigente, que sumiría al país en un desastre total de penuria y pobreza. Debemos tener la más impresionante demostración de sabiduría y disciplina política de la historia.
Ensanchar el voto nacionalista hasta donde nunca se ha llegado en una votación masiva, en defensa de nuestros hijos, de nuestras libertades, de nuestro sistema de vida y de nuestros nobles sentimientos y valores. Los salvadoreños no somos tontos, como para querer salir a cenar con el diablo, pero los que se empeñen en hacerlo, que lleven un tenedor largo, y aún así, se terminarán quemando.
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