Por Geovani Galeas - Escritor / Director de Centroamerica 21
A propósito de mi insistencia en el tema de la matanza del frente paracentral de las FPL, me han preguntado reiteradamente si tengo algo personal en contra de Salvador Sánchez Cerén, quien ha sido señalado como el máximo responsable de aquella barbarie, y que ahora es el candidato a la vice presidencia de la república por el FMLN. Mi respuesta es no: nada personal.
Lo cierto es que el tema de los excesos y las injusticias cometidas en un contexto de guerra ha ocupado mi atención desde hace varios años, y puedo decir incluso que constituye una de mis obsesiones más recurrentes en tanto escritor y periodista.
La explicación de esa recurrencia obsesiva es sencilla: yo milité en el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, la organización que, en 1975, ejecutó sumariamente al poeta Roque Dalton tras haberlo juzgado y condenado como "un agente del enemigo infiltrado en nuestras filas"; y no solo eso sino que, además, tengo mucho respeto y admiración tanto por Roque Dalton como por Joaquín Villalobos, quien tuvo un manifiesto nivel de responsabilidad en aquel crimen. Las páginas que he escrito y publicado sobre ese caso son ya innumerables, y constituyen un esfuerzo por comprender qué fue lo que en realidad ocurrió, y por qué.
Cuando en varias ocasiones hemos hablado sobre estos temas, Joaquín Villalobos ha sostenido que los excesos en la guerra pueden explicarse, aunque no justificarse, por una de dos posibilidades: o se trata de una decisión de mando o de una aplicación de doctrina. Entiendo que en el primer caso la responsabilidad puede ser individual y tener incluso raíces psicológicas; en el segundo caso la responsabilidad puede ser colectiva y fundarse en el plano de la ideología. En mi interpretación personal, tanto el asesinato de Roque Dalton como la matanza del frente paracentral tuvieron por base la aplicación de doctrina y no la decisión de mando.
Ello ciertamente relativiza aunque no anula las responsabilidades en ambos casos. Y sin embargo entre uno y otro hay diferencia y esta no es solo cuantitativa. Como jefe máximo del ERP desde 1977, Joaquín Villalobos reconoció públicamente que la ejecución de Roque Dalton había sido un grave error, que no era posible probar que fuera un agente enemigo infiltrado, y asumió la responsabilidad colectiva de la jefatura del ERP en el hecho; finalizada la guerra pidió perdón a los familiares y coordinó un esfuerzo, aunque fallido, por encontrar y entregar los restos del poeta. Nada de eso ha hecho Salvador Sánchez Cerén.
Hay otras diferencias notables: mientras el pensamiento de Joaquín Villalobos evolucionó desde un izquierdismo primitivo hasta un planteamiento moderado, explícitamente socialdemócrata, Salvador Sánchez Cerén siguió anclado a la antigua ideología radical del marxismo-leninismo, tal como lo proclama en su autobiografía. Y este es precisamente el punto esencial: más allá de las responsabilidades individuales en hechos y contextos específicos, el verdadero problema radica en la persistencia de un pensamiento dogmático y totalitario.
Es ese tipo de pensamiento intolerante el que genera una doctrina que confunde el disenso y hasta la desmoralización y la indisciplina con la traición, y en consecuencia exige la pena de muerte en casos que pueden y deben ser resueltos por la vía del debate político, o de la imposición de otro tipo de medidas correctivas. No se trata entonces del tardío reclamo por un error cometido en el pasado. Se trata más bien del fundado temor a que, si se sigue pensando de la misma manera que en el pasado, ese tipo de error vuelva a cometerse en el futuro, y a mucha mayor escala si se cuenta con más poder que el ejercido anteriormente.
1 comment:
Sr. Geovani Galeas.
Primero que nada deseo expresar un profundo respeto por aquellos que tuvieron la valentia de tomar las armas en nuestro pasado reciente.
Casi siempre las ideas dogmatizadas llevan a errores graves, aunque sabemos que en las guerras no hay santos. Ese pensamiento político dogmatico hace que se obliguen a las personas a ajustarse a los lineamientos, en lugar de ajustar estas directrices a la realidad que se vive en nuestro país.
Atte. Albert N.
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