Federico Hernández Aguilar - Escritor y Columista de EDH
Martes, 31 de Marzo de 2009ARENA se enfrenta hoy, sin duda, al desafío institucional más grande de su historia, sólo comparable a aquel que marcó su nacimiento en 1981. Y no es para menos. Los acontecimientos han dado un vuelco que todavía tiene frío a más de alguno, y las expectativas en torno a la capacidad de la derecha salvadoreña para reorganizarse son muy grandes.
El 15 de marzo hubo mensajes claros a ambos lados del "ring" político. La forma en que el FMLN y ARENA interpreten la voluntad del electorado salvadoreño depende del grado de madurez con que quieran verse al espejo. Si el Frente, que será partido oficial a partir del 1 de junio, llega a creer que el respaldo en las urnas es un endoso a su proyecto socialista histórico, estará equivocando el rumbo gravemente. De igual manera, si ARENA asume que el voto de castigo recibido en las últimas elecciones significa una invitación a abandonar sus principios liberales, habrá iniciado (ahora sí) un eclipse irreversible.
Perder el poder del Ejecutivo después de veinte años de ejercerlo es un golpe fuerte, desde luego. Pero los golpes definitivos, esos que tumban al contrincante dejándolo muerto, son raros en política. Y me atrevo a asegurar que el FMLN, con todo y su reciente victoria, está lejos de haber dado ese tipo de "zurdazo" a ARENA. Incluso puede ser que este revés de la derecha partidaria resulte providencial para ella, en la medida en que aproveche al máximo las lecciones del último combate y se ponga en guardia con rapidez.
Hay que reconocer que ARENA, como partido político surgido durante el conflicto y con cuatro periodos presidenciales en su haber, nunca fue un producto de la casualidad ni construyó su historia a partir de ocurrencias más o menos afortunadas. Se trata de una institución que está ligada indisolublemente a la historia democrática del país y tiene todavía un rol protagónico que jugar.
Sin embargo, aunque ARENA ya fue oposición en los ochenta, debe evitar comparaciones simplistas entre aquellos tiempos y los actuales. Ser oposición es un ejercicio natural cuando se nace como partido político. Hoy, ARENA encara el reto de volver a la oposición, que es algo muy distinto.
Este proceso podría ser fuente de muy saludables oportunidades si se administra bien. Demanda, eso sí, muchísima madurez, porque incluye no sólo una renovación de liderazgos, sino una mirada crítica (sin ser destructiva) hacia el interior de la estructura partidaria, una revisión sincera (no despiadada) del comportamiento histórico de los sectores y las bases, y hasta una adecuación del mensaje de ARENA de cara a los próximos desafíos electorales. Todo al mismo tiempo, pero a ritmos diferentes.
La capacidad de interlocución con el país entero debe revitalizarse. Eso pasa por recordar que ARENA, por definición estatutaria, es el partido de las libertades, y que cualquier sector que entienda la libertad en su doble dimensión humana y "humanizadora" tiene algo que aportarnos. Es conveniente admitir que muchos de los que ya no se consideran beneficiarios de nuestro sistema de libertades no lo hacen por convicción ideológica, sino porque han descubierto incoherencias entre el discurso y la práctica.
Defender la libre empresa significa, por ejemplo, rechazar los compadrazgos. Estimular la iniciativa individual implica respetar el Estado de Derecho. Si ARENA recupera la credibilidad perdida generando una defensa inteligente y propositiva de la libertad, concediendo al próximo gobierno el espacio que necesita para maniobrar, pero vigilando con criterio y nobleza sus actuaciones, nuestra oposición será muy provechosa para el país.
Si, por el contrario, los areneros nos convertimos en piedras de estorbo, viendo fantasmas donde no existen o, peor, creándolos de la nada, el antagonismo que produzca este comportamiento terminará pasando su factura. Aunque es indudable que buena parte del FMLN responde a consignas sepultadas por la realidad histórica, sería altamente perjudicial para El Salvador no darle al Presidente electo el respaldo que podría necesitar si decide enfrentar los radicalismos al interior de su partido. Esa sería parte de nuestra responsabilidad como patriotas.
ARENA debe institucionalizarse, además, como semillero de líderes. Es absurdo esperar demasiado de una agrupación política que es incapaz de producir nuevas generaciones de políticos: humanistas, formados en valores, con criterio propio. Así como es insensato desaprovechar el consejo oportuno y desinteresado de los que tienen experiencia, es un suicidio impedir sistemáticamente los recambios generacionales. En efecto, detrás de la derrota arenera del 15 de marzo hay muchas zancadillas envidiosas.
Finalmente, no hay oposición sensata sin ideas. La preparación intelectual es obligatoria en los institutos políticos que aspiran a la permanencia. La libertad y la paz no se defienden solas: son los hombres y mujeres libres los que se toman en serio esa tarea. Y mientras más preparados estén, mejor.
Wednesday, April 1, 2009
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