La conformación de la nueva junta directiva es solo la manifestación más patente y más patética del oscuro pacto entre el FMLN, el PCN y el grupo de areneros renegados.
Escrito por Joaquín Samayoa / Columnista de LA PRENSA GRÁFICA Miércoles, 04 noviembre 2009 00:00
La tragicomedia que mantuvo alborotada a la clase política salvadoreña por varias semanas tuvo un desenlace que se veía venir. La nueva mesa directiva del Órgano Legislativo quedó conformada a satisfacción de los que buscaban revancha, visibilidad y unos dólares más, a cambio de obedecer la línea del FMLN en lo que resta de la actual legislatura.
La tragicomedia que mantuvo alborotada a la clase política salvadoreña por varias semanas tuvo un desenlace que se veía venir. La nueva mesa directiva del Órgano Legislativo quedó conformada a satisfacción de los que buscaban revancha, visibilidad y unos dólares más, a cambio de obedecer la línea del FMLN en lo que resta de la actual legislatura.
Una mesa que ya era absurda, por grande y por otras razones, se estiró aun más para acomodar a un par de advenedizos sedientos de reconocimiento. El que la presidía antes de la revuelta se las arregló para conservar su sentadera nueve meses más, a costa de la poca decencia que tal vez le quedaba.
El cabecilla de los que se sintieron maltratados por el nuevo COENA recibió abundantes elogios de un tránsfuga arenero de otras épocas y obtuvo su reivindicación escalando un peldaño hacia la efímera gloria que le habían negado. Ahora ostenta la Vicepresidencia que antes tenía el pescado de mayor rango, a quien le cobraron facturas acumuladas y lo expulsaron, a mucha honra, del Olimpo de los legisladores.
En medio de todo el barullo, el premio mayor se lo llevan los que manejaron sigilosamente todo el tinglado, los que siempre han sabido ser pacientes mientras inducen la llegada del momento oportuno, los expertos en agudizar contradicciones.
El diputado de nariz aguileña y remozado plumaje obtendrá más adelante la posición que tanto ha anhelado y siempre creyó merecer. Su partido ha logrado, a espaldas del pueblo, la mayoría que no pudo materializar en las urnas.
Hay que hacer notar, sin embargo, que el FMLN no es culpable de las divisiones en ARENA ni de la amoralidad del PCN, ni de la debilidad del PDC. El FMLN olfateó la sangre, fue al ataque y encontró presas fáciles. Puro instinto político. En su lugar, sus adversarios habrían actuado de la misma manera. El fiscal general, responsable máximo de velar por los intereses del Estado, tendrá que investigar a fondo los alegatos de que hubo compra de voluntades, lo cual añadiría un componente delincuencial a un pacto objetable también por otras razones.
La conformación de la nueva junta directiva es solo la manifestación más patente y más patética del oscuro pacto entre el FMLN, el PCN y el grupo de areneros renegados. Más allá de vendettas y vanidades complacidas en el reparto de los cargos directivos y de sus correspondientes prebendas, lo que se ha modificado substancialmente es el balance de fuerzas dentro de la Asamblea Legislativa y la relación de poder entre el presidente de la república y el partido que le permitió alcanzar esa posición.
Como si no hubieran transcurrido varios siglos de civilización, Ciro Cruz Zepeda y Guillermo Gallegos volvieron a entregar oro a cambio de espejitos brillantes.
Me adelanto al argumento de que en política las negociaciones y los pactos son algo muy normal. En la presente coyuntura, ese argumento lo esgrimen los que necesitan justificar vergonzosas acciones, lo aceptan los que no tienen coraje para nadar contra las corrientes del poder, y lo celebran los que reducen la moral a mera conformidad ideológica o conveniencia partidaria.
No hablamos aquí de negociaciones que buscan enmendar un proyecto de ley para que sea aceptable y beneficioso para la mayoría. Eso es legítimo y necesario. Lo que ha ocurrido en la Asamblea Legislativa es algo muy diferente. Es la consumación de un chantaje político; es la renuncia por conveniencia o caprichos personales al ejercicio responsable de la función de contrapeso que los votantes le encomendaron al PCN y a todos los diputados de ARENA.
El gran ganador es el FMLN, que de ahora en adelante tendrá del cogote a los separatistas areneros y a la fracción del PCN, y ya no tendrá necesidad de entenderse con lo que queda de la oposición.
El gran perdedor es el electorado salvadoreño, al que le arrebataron artificiosamente la posibilidad de contar con una oposición fuerte en la Asamblea legislativa. También pierde mucho el propio presidente de la República, a quien el FMLN podrá presionar eficazmente desde el Órgano Legislativo, pudiendo superar, cuando sea necesario, el veto presidencial.
ARENA y el PDC quedan temporalmente debilitados tras perder una importante batalla por la aritmética legislativa, pero habiéndose resistido al chantaje, sientan un valioso precedente político y moral que les permitirá recuperar la confianza de los muchos que habían llegado a hartarse de su complicidad con la corrupción y de su constante manipulación de la institucionalidad democrática.
No comments:
Post a Comment