Desde los Acuerdos de Paz El Salvador ha venido dando, no sin dificultades, varios pasos positivos en su todavía frágil proceso de democratización. Los resultados electorales de las elecciones de 2009 mostraron en su momento, a pesar de todos los temores y malos augurios, que se podía llegar a la alternancia sin grandes traumas y rupturas.
Desde entonces varios hechos venían apuntando hacia la consolidación democrática: el moderado discurso de proclamación del candidato Funes como triunfador de las elecciones presidenciales, marcado por los llamados al diálogo y la unidad nacional; un período de transición cordial y sin grandes broncas, donde se llegó a aprobar de manera concertada una de las más cuantiosas operaciones de endeudamiento y refinanciamiento público; las negociaciones políticas que culminaron con la elección unánime de cinco magistrados a la Corte Suprema de Justicia, que dio como resultado una Corte más calificada y de mayor perfil democrático; un entendimiento, aunque tardío, respecto a la elección del fiscal general.
Uno de los factores explicativos de nuestros avances democráticos, entre otros muchos, ha sido la existencia de contrapesos políticos (y en cierta medida también los sociales) dentro de la sociedad salvadoreña. Si la concentración de poder y control institucional que caracterizó la Presidencia de Saca no fue más allá, fue en parte resultado de los contrapesos políticos y sociales que encontró en el FMLN, así como en algunos sectores ciudadanos. Más aún, no es atrevido afirmar que la polarización, a la que tanto hemos criticado desde estas páginas, y seguiremos criticando, también tenía su lado positivo: la existencia de dos polos fuertes, haciéndose contrapeso el uno al otro.
Hasta acá todo parecía más o menos bien. Sin embargo, recientemente, con lo que ha pasado en la Asamblea Legislativa, ese elemento sustantivo de la democracia como son los contrapesos políticos, por el momento se ha roto, o al menos seriamente debilitado. Y esto, en cualquier circunstancia y país, es un riesgo para el ejercicio y avance de la democracia (si no miremos lo que pasó en Estados Unidos durante los años fuertes de George Bush o pasa en la Venezuela de Chávez).
Valga señalar que en otros períodos de nuestra posguerra la derecha concentró mucho poder y aplicó la aplanadora legislativa contra la oposición o el FMLN. Pero a diferencia de lo que ahora parece ocurrirle a ARENA, las divisiones que tuvo el Frente pudieron haber tenido un impacto a corto plazo, pero nunca lo debilitaron o hundieron políticamente. En adición, más riesgos se le presentan a la democracia cuando los factores explicativos de la pérdida de los contrapesos políticos va más allá de las causas electorales, y la aritmética política al seno de la Asamblea Legislativa no se define y cuenta en ideas sino en dólares.
Siempre hemos dicho que el país necesita de un gobierno fuerte, una izquierda fuerte y una derecha fuerte. Con la fractura que ha tenido la dinámica de los contrapesos políticos, también se fractura nuestro proceso democrático. Parece que el mismo presidente Funes se ha dado cuenta de ello cuando afirmó: “Especial preocupación genera en este servidor los hechos recientes ocurridos al seno del primer órgano del Estado. Me refiero a las señales de inestabilidad institucional, que a través de los medios de comunicación hemos conocido esta semana en la Asamblea Legislativa... Aunque parezca extraño lo que voy a decir, viniendo de un presidente que gana las elecciones apoyado por un partido de izquierda, que fue oposición por varias décadas, pero mi gobierno y la convivencia democrática de nuestro país requieren de instituciones partidarias fuertes y sobre todo cuando estos partidos son de oposición”. (Discurso del presidente Funes durante el lanzamiento del Informe de Competitividad del Foro Económico Mundial, San Salvador, 30/10/2009).
No cabe duda de que por el momento el más ganancioso de esta merma de los contrapesos políticos es el FMLN. Ahora goza de mayor influencia y poder. Pero así también recae en él una mayor responsabilidad por el buen uso de los mismos. Y ojalá lo utilice para contribuir al desarrollo democrático de nuestro país. Pero si en su seno se fortalece la tentación del esquema autoritario, a lo Venezuela y Nicaragua, donde se ocupan los espacios que da la democracia para luego cerrarlos, a lo único que contribuirá (habida cuenta de lo que ya ha pasado en nuestras tierras y acaba de suceder en Honduras) es a reeditar con sabor latino la guerra fría, volver a dividir el país entre buenos y malos, y a incubar otro conflicto de impredecibles consecuencias.
Por el bien de todos, ojalá lo entiendan a tiempo.
No comments:
Post a Comment