Desde Washington DC
Por Walter Monge-Cruz
http://www.comisioncivicademocratica.org/
Bajo la penumbra de una esplendorosa luna llena naciente, que, irradiante matizaba de rojo y amarillo el horizonte estelar sobre la serranía en Chalatenango, se escucharon a mediados del siglo pasado, los ecos de pasos débiles de un inocente niño, quien en el empedrado y polvoriento camino que conducía a la ribera del río Lempa, seguía puntual los apresurados pasos de su padre.
La oscuridad de aquel camino le causaban temores como el que todo ser humano tiene en el transcurso de la vida, cuando no se sabe hacia donde nos dirigimos o dudamos del camino que hemos elegido para alcanzar nuestras metas e ilusiones; más la figura fuerte y sabia de su padre entonces, disipaba cualquier temor, porque en él depositaba su confianza y se sentía protegido de cualquier amenaza que el camino deparara.
Al convertirnos en adultos y encontrarnos solos, dando pasos en la senda única de nuestro destino, la figura más importante que nos guía y protege a todos los que practicamos la Fe, es Dios y es en Él, en quien este niño depositó toda su confianza y esperanza a la muerte repentina de su padre, para conquistar y hacer posible todos los sueños e ilusiones que a sus cinco años eran imposibles.
Esa noche, ese efímero camino hacia la ribera del río, lo llevaría a aprender como lanzar una red de pesca o atarraya, la cual, con destreza, lograría extender fugaz en el aire y hacerla resonar al contacto con el agua para verla con esperanza hundirse en la obscura y desconocida profundidad del opulento cause, y esperar paciente que al retraerla estuviese llena de la escurridiza fuente de sustento que le permitiera continuar por un camino, que ahora, ha resultado ser único y extraordinario.
Los ecos nocturnales del chapoteo de la atarraya quedarían impresos de manera inmortal en su memoria, produciéndole recordar durante el resto de su vida, los intentos que en las sombras nocturnales de la frondosa serranía hizo esa noche. Algunos de esos intentos resultaron vacíos, otros con inmundicia y finalmente, otros repletos de mojarras, tilapias, guapotes, cuatrojos y plateadas con lo que llenó su bolsa o cebadera, no solo de pescados, pero además, de felicidad e ilusión.
Desde entonces, este niño comprendió que nuestras vidas son como una atarraya, día a día, tiramos la red de nuestros sueños desde la ribera del cause de nuestros destinos, para buscar pescar las oportunidades que llenen la cebadera de nuestro porvenir con las cosas que deseamos y que nos hacen felices.
En el transcurso de su vida, este niño tuvo su cebadera vacía incontables veces, los atarrayasos en el cause de su destino, regresaban vacíos o con la inmundicia del mundo, pero su Fe, así como, su determinación por hacer posible sus sueños y su disciplina por el trabajo duro le hizo finalmente recoger una red llena, con la cual, pudo obtener triunfo y éxito en todo sentido posible que la vida permite.
Su historia es una de pocas, pero que se repite en la historia humana, ya que cumple una misión de Dios. Este hombre, ahora a sus 65 años, ha recorrido un camino fabuloso, lleno de sacrificio, aventura y bendición. Sus obras altruistas por el bienestar de los pobres son inmensurables e incontables, los reconocimientos por diferentes sociedades del mundo son bastas y prestigiosas. Pero más importante que todo, es un hombre que es ejemplo y fuente de inspiración para generaciones de salvadoreños, no solamente porque, obtuvo la solvencia económica con la que muchos sueñan, sino más importante, porque es un hombre humilde, carismático, con un inmenso amor por sus compatriotas y comprometido por ayudar a mejorar las condiciones de vida en El Salvador.
Se trata de un gran hombre, un ciudadano que ama la paz, se entristece por la calamitosa pobreza de su nación y le indigna el abuso al que la clase poderosa somete al pueblo. Me refiero a Don José Ramón Barahona, reconocido empresario en Washington DC e hijo meritísimo de El Salvador, quien pescó sus sueños y los hizo posibles.
Recomiendo la lectura de su libro, El Sueño Posible, un extraordinario relato de su vida como campesino, obrero, inmigrante indocumentado y exitoso empresario transnacional.
Por Walter Monge-Cruz
http://www.comisioncivicademocratica.org/
Bajo la penumbra de una esplendorosa luna llena naciente, que, irradiante matizaba de rojo y amarillo el horizonte estelar sobre la serranía en Chalatenango, se escucharon a mediados del siglo pasado, los ecos de pasos débiles de un inocente niño, quien en el empedrado y polvoriento camino que conducía a la ribera del río Lempa, seguía puntual los apresurados pasos de su padre.
La oscuridad de aquel camino le causaban temores como el que todo ser humano tiene en el transcurso de la vida, cuando no se sabe hacia donde nos dirigimos o dudamos del camino que hemos elegido para alcanzar nuestras metas e ilusiones; más la figura fuerte y sabia de su padre entonces, disipaba cualquier temor, porque en él depositaba su confianza y se sentía protegido de cualquier amenaza que el camino deparara.
Al convertirnos en adultos y encontrarnos solos, dando pasos en la senda única de nuestro destino, la figura más importante que nos guía y protege a todos los que practicamos la Fe, es Dios y es en Él, en quien este niño depositó toda su confianza y esperanza a la muerte repentina de su padre, para conquistar y hacer posible todos los sueños e ilusiones que a sus cinco años eran imposibles.
Esa noche, ese efímero camino hacia la ribera del río, lo llevaría a aprender como lanzar una red de pesca o atarraya, la cual, con destreza, lograría extender fugaz en el aire y hacerla resonar al contacto con el agua para verla con esperanza hundirse en la obscura y desconocida profundidad del opulento cause, y esperar paciente que al retraerla estuviese llena de la escurridiza fuente de sustento que le permitiera continuar por un camino, que ahora, ha resultado ser único y extraordinario.
Los ecos nocturnales del chapoteo de la atarraya quedarían impresos de manera inmortal en su memoria, produciéndole recordar durante el resto de su vida, los intentos que en las sombras nocturnales de la frondosa serranía hizo esa noche. Algunos de esos intentos resultaron vacíos, otros con inmundicia y finalmente, otros repletos de mojarras, tilapias, guapotes, cuatrojos y plateadas con lo que llenó su bolsa o cebadera, no solo de pescados, pero además, de felicidad e ilusión.
Desde entonces, este niño comprendió que nuestras vidas son como una atarraya, día a día, tiramos la red de nuestros sueños desde la ribera del cause de nuestros destinos, para buscar pescar las oportunidades que llenen la cebadera de nuestro porvenir con las cosas que deseamos y que nos hacen felices.
En el transcurso de su vida, este niño tuvo su cebadera vacía incontables veces, los atarrayasos en el cause de su destino, regresaban vacíos o con la inmundicia del mundo, pero su Fe, así como, su determinación por hacer posible sus sueños y su disciplina por el trabajo duro le hizo finalmente recoger una red llena, con la cual, pudo obtener triunfo y éxito en todo sentido posible que la vida permite.
Su historia es una de pocas, pero que se repite en la historia humana, ya que cumple una misión de Dios. Este hombre, ahora a sus 65 años, ha recorrido un camino fabuloso, lleno de sacrificio, aventura y bendición. Sus obras altruistas por el bienestar de los pobres son inmensurables e incontables, los reconocimientos por diferentes sociedades del mundo son bastas y prestigiosas. Pero más importante que todo, es un hombre que es ejemplo y fuente de inspiración para generaciones de salvadoreños, no solamente porque, obtuvo la solvencia económica con la que muchos sueñan, sino más importante, porque es un hombre humilde, carismático, con un inmenso amor por sus compatriotas y comprometido por ayudar a mejorar las condiciones de vida en El Salvador.
Se trata de un gran hombre, un ciudadano que ama la paz, se entristece por la calamitosa pobreza de su nación y le indigna el abuso al que la clase poderosa somete al pueblo. Me refiero a Don José Ramón Barahona, reconocido empresario en Washington DC e hijo meritísimo de El Salvador, quien pescó sus sueños y los hizo posibles.
Recomiendo la lectura de su libro, El Sueño Posible, un extraordinario relato de su vida como campesino, obrero, inmigrante indocumentado y exitoso empresario transnacional.
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