Monday, December 22, 2008

TESORO NAVIDEÑO

Por Walter Monge-Cruz

En el cofre de tesoros que mi memoria celosamente custodia, guardo recuerdos de mi niñez, que sobreviven en ricos capítulos nostálgicos.

Ningún momento escondido en ese cofre es más valioso en estos días, que el que me lleva a revivir los pasos entre sombras, mientras tomado de la mano de mi madre, permitía que el espíritu de la navidad se apoderara de mí en las calles de San Salvador.

Tendría cinco años, las calles del centro histórico estaban iluminadas con bombillos rojos y verdes, junto a los tradicionales ornatos navideños, símbolos del tiempo.

Urgido por la ansiedad de conocer quién era Santa Claus, me soltaba de la mano que me cuidaba, para buscar entre corredizos de mercados y ventas ambulantes al generoso hombre obeso de barba blanca y traje rojo, que premiaría mi buena conducta con el regalo más deseado la noche buena.

Santa resultaría mucho más audaz que mi, nunca pude encontrarlo o sorprenderlo entregando los juguetes.

Recuerdo las noches que en los mercados, - cuando las señoras mercaderes preparaban sus puestos para irse a sus casas – buscábamos los ornatos de barro para crear el nacimiento bajo el arbolito de navidad, el cual, era de ramas plásticas y hojas de papel.

Junto a mi hermana y primos, esperábamos a Santa durante la noche buena, muy presentables, bien bañaditos, peinaditos, perfumaditos y con la ropa de estreno bien planchadita, dispuestos a no dormir esa noche especial, para esperar a que el escurridizo y querido personaje llegase a entregarnos nuestros deseados regalos.

Cada noche nueva, por unas horas todo era especial, toda la familia estaba junta celebrando. Los chistes, las bailadas con las canciones inmortales, las payasadas de los borrachos, los petardos, la comida y los regalos de Santa, hicieron esas noches invaluables, y con ese recuerdo, no existe nada, que pueda cambiar esa alegría, que como niños pobres vivimos.

Treinta y tanto años después, recibí una foto de esa calle en San Salvador adonde viví mi niñez y aprecio que nada ha cambiado, parece que el pasaje se quedó paralizado en el tiempo y el progreso no ha pasado por allí.

Trato de comprender ¿cómo es posible?. Determino que, las revueltas políticas y revolucionarias en nombre del pueblo, fueron, un instrumento para obtener poder y mejorar las condiciones de vida de algunos – los comandantes -.
Los beneficios del sacrificio revolucionario, aun están lejos de esos barrios, aunque, el gobierno municipal y buena parte del legislativo está en el poder de los lideres revolucionarios que sacrificaron las vidas de setenta y cinco mil héroes.

Al recordar los puestos del mercado, mientras en la noche mi madre compraba los burros de barro para el nacimiento navideño, recuerdo como a los pies de esas mujeres, había cajas de cartón grandes, en las cuales, estaban sus bebes, envueltos en pequeñas mantas, en las que soñaban su paz.

Nadie o nada interrumpía el sueño de esos inocentes, quienes como yo, entonces, no conocía qué era la pobreza, porque aun viviendo en ella, en nuestras mentes no existía una realidad de la vida, sino la fantasía, el amor de nuestros padres y la protección de ellos en cualquier techo o caja.

Desdichadamente, todavía hoy, esas realidades de pobreza y otras más dramáticas se viven en las calles de San Salvador y Latinoamérica, adonde niños duermen en cajas de cartón o en las bancas de los parques o en las aceras de las calles. Cientos de ellos son abusados y son dependientes de los vicios de la sociedad.

Obrar en beneficio de estos inocentes, consiste en cambiar dramáticamente las políticas públicas de nuestras naciones, de manera que el progreso no evada por mucho tiempo más a este sector de la sociedad de donde millones procedemos.

Disminuir la pobreza extrema en la capital de la República debió haber sido el primer paso hacia una verdadera acción en beneficio del pueblo, al firmarse los acuerdos de paz, pero sin la voluntad política de quienes tienen la capacidad de hacerlo - en este caso la mayor responsabilidad recae en los ex comandantes que por una década han gobernado en la alcaldía y la asamblea legislativa - pasarán treinta años más y el tiempo seguirá detenido en esos pasajes de la capital, sin conocer el progreso.

Al amanecer de esa noche buena de mi primera navidad, me quedé dormido en una silla esperando a Santa, nunca lo pude ver. Olvido ya, cuantos años más pasaron hasta que descubrí a mis padres ser Santa, pero en esa pobreza, ellos me dieron la mayor felicidad de todas, que fue tenerlos. Razono en ello y me siento muy afortunado de poder haber vivido ese tiempo, en ese lugar, bajo esas circunstancias y en unos días, estaremos juntos celebrando esa importante fecha familiar y nuevamente les agradeceré por ese gesto de sacrificio y amor, que ha sido mi mejor regalo de navidad en la vida.

Estas navidades, son muy diferentes a las que viví hace más de treinta años, ahora mi hija de seis años espera con mucha ansiedad a Santa, y ella tuvo mucha más suerte que yo, para encontrarlo, descubrió adonde verlo, me dijo: “Santa Claus is in the Mall, papi”.

1 comment:

Anonymous said...

feliz navidad walter

que dios te bendiga y que disfrutes una linda cena con tus padres